JUEGO, JUGUETES Y DESARROLLO INFANTIL
1. GENERALIDADES
El
juego es una actividad presente en todos los seres humanos. Los etólogos lo han
identificado con un posible patrón fijo de comportamiento en la ontogénesis
humana, que se ha consolidado a lo largo de la evolución de la especie
(filogénesis).
Su universalidad es el mejor
indicativo de la función primordial que debe cumplir a lo largo del ciclo vital
de cada individuo. Habitualmente se le asocia con la infancia, pero lo cierto
es que se manifiesta a lo largo de toda la vida del hombre, incluso hasta en la
ancianidad.
Popularmente se le
identifica con diversión, satisfacción y ocio, con la actividad contraria a la
actividad laboral, que normalmente es evaluada positivamente por quien la
realiza. Pero su trascendencia es mucho
mayor, ya que a través del juego las culturas transmiten valores, normas de
conducta, resuelven conflictos, educan a sus miembros jóvenes y desarrollan
múltiples facetas de su personalidad.
La actividad lúdica posee
una naturaleza y unas funciones lo suficientemente complejas, como para que en
la actualidad no sea posible una única explicación teórica sobre la misma. Bien
porque se aborda desde diferentes marcos teóricos, bien porque los autores se centran en distintos aspectos de
su realidad, lo cierto es que a través de la historia aparecen muy diversas
explicaciones sobre la naturaleza del juego y el papel que ha desempeñado y
puede seguir desempeñando en la vida humana.
Pensadores clásicos como
Platón y Aristóteles ya daban una gran importancia al aprender jugando, y
animaban a los padres para que dieran a sus hijos juguetes que ayudaran a
“formar sus mentes” para actividades futuras como adultos.
En la segunda mitad del
siglo XIX, aparecen las primeras teorías psicológicas sobre el juego.
Spencer (1855) lo consideraba como el
resultado de un exceso de energía acumulada. Mediante el juego se gastan las
energías sobrantes (Teoría del excedente de energía). Lázarus (1883), por el
contrario, sostenía que los individuos tienden a realizar actividades difíciles
y trabajosas que producen fatiga, de las que descansan mediante otras
actividades como el juego, que producen relajación (Teoría de la relajación).
Por su parte Groos (1898, 1901) concibe el juego como un modo de ejercitar o
practicar los instintos antes de que éstos estén completamente desarrollados.
El juego consistiría en un ejercicio preparatorio para el desarrollo de
funciones que son necesarias para la época adulta. El fin del juego es el juego
mismo, realizar la actividad que produce placer (Teoría de la práctica o del preejercicio).
En tiempos más recientes el
juego ha sido estudiado e interpretado de acuerdo a los nuevos planteamientos
teóricos que han ido surgiendo en Psicología.
Piaget (1932, 1946, 1962,
1966) ha destacado tanto en sus escritos teóricos como en sus observaciones clínicas la
importancia del juego en los procesos de desarrollo. Relaciona el desarrollo de
los estadios cognitivos con el desarrollo de la actividad lúdica: las diversas
formas de juego que surgen a lo largo del desarrollo infantil son consecuencia
directa de las transformaciones que sufren paralelamente las estructuras
cognitivas del niño. De los dos componentes que presupone toda adaptación
inteligente a la realidad (asimilación y acomodación) y el paso de una
estructura cognitiva a otra, el juego es paradigma de la asimilación en cuanto
que es la acción infantil por antonomasia, la actividad imprescindible mediante
la que el niño interacciona con una
realidad que le desborda.
Sternberg
(1989), comentando la teoría piagetiana señala que el caso extremo de
asimilación es un juego de fantasía en el cual las características físicas de
un objeto son ignoradas y el objeto es tratado como si fuera otra cosa. Son
muchos los autores que, de acuerdo con la teoría piagetiana, han insistido en
la importancia que tiene para el proceso del desarrollo humano la actividad que
el propio individuo despliega en sus intentos por comprender la realidad
material y social. Los educadores, influidos por la teoría de Piaget revisada,
llegan a la conclusión de que la clase tiene que ser un lugar activo, en el que
la curiosidad de los niños sea satisfecha con materiales adecuados para
explorar, discutir y debatir (Berger y Thompson, 1997). Además, Piaget también
fundamenta sus investigaciones sobre el desarrollo moral en el estudio del
desarrollo del concepto de norma dentro de los juegos. La forma de relacionarse
y entender las normas de los juegos es indicativo del modo cómo evoluciona el
concepto de norma social en el niño.
Bruner y Garvey (1977),
retomando de alguna forma la teoría del instinto de Gras, consideran que
mediante el juego los niños tienen la oportunidad de ejercitar las formas de
conducta y los sentimientos que corresponden a la cultura en que viven. El
entorno ofrece al niño las posibilidades de desarrollar sus capacidades
individuales mediante el juego, mediante el “como si”, que permite que
cualquier actividad se convierta en juego (Teoría de la simulación de la
cultura). Dentro de esta misma línea, la teoría de Sutton-Smith y Robert (1964,
1981) pone en relación los distintos tipos de juego con los valores que cada
cultura promueve: El predominio en los juegos de la fuerza física, el azar o la
estrategia estarían relacionados con distintos tipos de economía y organización
social (teoría de la enculturización).
Vygotsky (1991), por su
parte, se muestra muy crítico con la teoría de Gras respecto al significado del
juego, y dice que lo que caracteriza fundamentalmente al juego es que en él se
da el inicio del comportamiento conceptual o guiado por las ideas. La actividad
del niño durante el juego transcurre
fuera de la percepción directa, en una situación imaginaria. La esencia del
juego estriba fundamentalmente en esa situación imaginaria, que altera todo el
comportamiento del niño, obligándole a definirse en sus actos y proceder a
través de una situación exclusivamente imaginaria.
Pero no sólo es importante
el papel del juego porque desarrolla la capacidad intelectual, sino también
porque potencia otros valores humanos como son la afectividad, sociabilidad,
motricidad entre otros. El conocimiento no puede adquirirse realmente si no es
a partir de una vivencia global en la que se comprometa toda la personalidad
del que aprende.
A
través del juego el niño irá descubriendo y conociendo el placer de hacer cosas
y estar con otros. Es uno de los medios más importantes que tiene para expresar
sus más variados sentimientos, intereses y aficiones (No olvidemos que el juego
es uno de los primeros lenguajes del niño, una de sus formas de expresión más
natural). Está vinculado a la
creatividad, la solución de problemas, al desarrollo del lenguaje o de papeles
sociales; es decir, con numerosos fenómenos cognoscitivos y sociales. Tiene,
entre otras, una clara función educativa, en cuanto que ayuda al niño a
desarrollar sus capacidades motoras, mentales, sociales, afectivas y
emocionales; además de estimular su interés y su espíritu de observación y
exploración para conocer lo que le rodea. El juego se convierte en un proceso de descubrimiento de la realidad exterior a
través del cual el niño va formando y reestructurando progresivamente sus
conceptos sobre el mundo. Además le ayuda a descubrirse a sí mismo, a conocerse y formar su personalidad
Mediante el juego y el
empleo de juguetes, se puede explicar el desarrollo de cinco parámetros de la
personalidad, todos ellos íntimamente unidos entre sí:
1.1.
La
Afectividad
El
desarrollo de la afectividad se explicita en la etapa infantil en forma de
confianza, autonomía, iniciativa, trabajo e identidad (Spitz,...; Wallon,...;
Winnicott...). El equilibrio afectivo es esencial para el correcto desarrollo
de la personalidad. El juego favorece el desarrollo afectivo o emocional, en
cuanto que es una actividad que proporciona placer, entretenimiento y alegría
de vivir, permite expresarse libremente,
encauzar las energías positivamente y descargar
tensiones. Además, el juego supone a veces un gran esfuerzo por alcanzar
metas, lo que crea un compromiso consigo mismo de amplias resonancias
afectivas.
También en ocasiones el niño
se encuentra en situaciones conflictivas, y para intentar resolver su angustia,
dominarla y expresar sus sentimientos, tiene necesidad de establecer relaciones
afectivas con determinados objetos. El juguete se convierte entonces en
confidente, en soporte de una transferencia afectiva. El niño y la niña tienen
además necesidad de apoyarse sobre lo real, de revivir situaciones, de
intensificar personajes para poder afirmarse, situarse afectivamente en el
mundo de los adultos y poder entenderlo.
En los primeros años, tanto
los juguetes típicamente afectivos (peluches, muñecos y animales), como los que
favorecen la imitación de situaciones adultas (lavarse, vestirse, peinarse...)
pueden favorecer el desarrollo de una buena afectividad. En otras ocasiones el
juego del niño supone una posibilidad de aislarse de la realidad, y por tanto
de encontrarse a sí mismo, tal como él desea ser. En este sentido, el juego ha
sido y es muy utilizado en psicoterapia como vía de exploración del psiquismo
infantil.
1.2. La Motricidad
El desarrollo motor del
niño/a es determinante para su evolución general. La actividad psicomotriz
proporciona al niño sensaciones corporales agradables, además de contribuir al
proceso de maduración, separación e independización motriz. Mediante esta
actividad va conociendo su esquema corporal, desarrollando e integrando
aspectos neuromusculares como la coordinación y el equilibrio, desarrollando
sus capacidades sensoriales, y adquiriendo destreza y agilidad.
Determinados juegos y
juguetes son un importante soporte para el desarrollo armónico de las funciones
psicomotrices, tanto de la motricidad global o movimiento del conjunto del
cuerpo, como de la motricidad fina: precisión prensora y habilidad manual que
se ve favorecida por materiales lúdicos como el que aquí vamos a trabajar.
1.3.
La Inteligencia
Inicialmente el desarrollo
de las capacidades intelectuales está unido al desarrollo sensorio-motor. El
modo de adquirir esas capacidades dependerá tanto de las potencialidades
genéticas, como de los recursos y medios que el entorno le ofrezca.
Casi todos los
comportamientos intelectuales, según Piaget, son susceptibles de convertirse en
juego en cuanto se repiten por pura asimilación. Los esquemas aprendidos se
ejercitan, así, por el juego. El niño, a través del juego, hace el gran
descubrimiento intelectual de sentirse “causa”. Manipulando los materiales, los
resortes de los juguetes o la ficción de los juegos simbólicos, el niño se
siente autor, capaz de modificar el curso de los acontecimientos. Cuando el
niño/a desmontan un juguete, aprenden a analizar los objetos, a pensar sobre
ellos, está dando su primer paso hacia el razonamiento y las actividades de
análisis y síntesis. Realizando operaciones de análisis y de síntesis
desarrollan la inteligencia práctica e inician el camino hacia la inteligencia
abstracta. Estimulan la inteligencia los puzzles, encajes, dominós, piezas de
estrategia y de reflexión en general.
1.4. La Creatividad
Niños
y niñas tienen la necesidad de expresarse, de dar curso a su fantasía y dotes
creativas. Podría decirse que el juego conduce de modo natural a la creatividad
porque, en todos los niveles lúdicos, los niños se ven obligados a emplear
destrezas y procesos que les proporcionan oportunidades de ser creativos en la
expresión, la producción y la invención.
1.5.
La
Sociabilidad
En
la medida en que los juegos y los juguetes favorecen la comunicación y el
intercambio, ayudan al niño a relacionarse con los otros, a comunicarse con
ellos y les prepara para su integración social.
Para facilitar el análisis
de las diversas aportaciones del juego al desarrollo psicomotor, intelectual,
imaginativo, afectivo social... del niño, presentamos una tabla en la que si
bien aparece cada aspecto por separado, es importante señalar que el juego
nunca afecta a un solo aspecto de la personalidad humana sino a todos en
conjunto, y es esta interacción una de sus manifestaciones más enriquecedoras y
que más potencia el desarrollo del hombre.
ASPECTOS QUE MEJORA
EL JUEGO
|
|||
Desarrollo psicomotor
|
Desarrollo cognitivo
|
Desarrollo social
|
Desarrollo emocional
|
-
Coordinación motriz
-
Equilibrio
-
Fuerza
-
Manipulación de objetos
-
Dominio de los sentidos
-
Discriminación sensorial
-
Coordinación visomotora
-
Capacidad de imitación
|
-
Estimula la atención,
la
memoria,
la
imaginación,
la
creatividad,
la
discriminación de la fantasía y la realidad, y
el
pensamiento científico y matemático
-
Desarrolla el rendimiento
la
comunicación y el lenguaje, y
el
pensamiento abstracto
|
Juegos
simbólicos
-
Procesos de comunicación y cooperación con los demás
-
Conocimiento del mundo del adulto
-
Preparación para la vida laboral
-
Estimulación del desarrollo moral
Juegos
cooperativos
-
Favorecen la comunicación, la unión y la confianza en sí mismos
-
Potencia el desarrollo de las conductas prosociales
-
Disminuye las conductas agresivas y pasivas
-
Facilita la aceptación interracial
|
-
Desarrolla la subjetividad del niño
-
Produce satisfacción emocional
-
Controla la ansiedad
-
Controla la expresión simbólica de la agresividad
-
Facilita la resolución de conflictos
-
Facilita patrones de identificación sexual
|
2. LA
IMPORTANCIA DEL JUEGO EN EL MARCO DE LA EDUCACIÓN ESCOLAR
Como anteriormente hemos
señalado, el juego es un camino natural y universal para que la persona se
desarrolle y pueda integrarse en la sociedad. En concreto el desarrollo
infantil está directa y plenamente vinculado con el juego ya que; además de ser
una actividad natural y espontánea a la que el niño le dedica todo el tiempo
posible, a través de él, el niño desarrolla su personalidad y habilidades
sociales, estimula el desarrollo de sus capacidades intelectuales y
psicomotoras y, en general, proporciona al niño experiencias que le enseñan a
vivir en sociedad, a conocer sus posibilidades y limitaciones, a crecer y
madurar.
Si
nos referimos en concreto al desarrollo cognitivo, se puede comprobar que
muchos de los estudios e investigaciones actuales sobre la actividad lúdica en
la formación de los procesos psíquicos convierten al juego en una de las bases
del desarrollo cognitivo del niño, ya que éste construye el conocimiento por sí
mismo mediante la propia experiencia, experiencia que esencialmente es
actividad, y ésta fundamentalmente juego en las edades más tempranas. El juego
se convierte así en la situación ideal para aprender, en la pieza clave del
desarrollo intelectual (Marcos, 1985-1987).
De forma que se puede
afirmar que cualquier capacidad del niño se desarrolla más eficazmente en el
juego que fuera de él. No hay diferencia entre jugar y aprender, porque
cualquier juego que presente nuevas exigencias al niño se ha de considerar como
una oportunidad de aprendizaje; es más, en el juego aprende con una facilidad
notable porque están especialmente predispuestos para recibir lo que les ofrece
la actividad lúdica a la cual se dedican con placer. Además, la atención, la
memoria y el ingenio se agudizan en el juego, y todos estos aprendizajes, que
el niño realiza cuando juega, serán transferidos posteriormente a las
situaciones no lúdicas.
Numerosos investigadores de
la educación han llegado a la conclusión de que el aprendizaje más valioso es
el que se produce a través del juego:
El juego es el principal
medio de aprendizaje en la primera infancia, los niños desarrollan gradualmente
conceptos de relaciones causales, aprenden a discriminar, a establecer juicios,
a analizar y sintetizar, a imaginar y formular mediante el juego ( DES,
1967).
El niño progresa
esencialmente a través de la actividad lúdica. El juego es una actividad
capital que determina el desarrollo del niño (Vygotsky, 1932). El juego crea
una zona de desarrollo próximo en el niño. Durante el juego, el niño está
siempre por encima de su edad promedio, por encima de su conducta diaria
(Vygotsky, 1979).
El juego ayuda al
crecimiento del cerebro y como consecuencia condiciona el desarrollo del
individuo (Congreso Unesco, 1968). En este sentido Eisen, George (1994) ha
examinado el papel de las hormonas,
neuropéptidos y de la química cerebral en referencia al juego, y
concluye diciendo que el juego hay que considerarlo como un instrumento en el
desarrollo madurativo y estructural del cerebro.
En el juego la capacidad de
atención y memoria se amplía el doble (Mujina, 1975).
Los niños muestran especial
interés ante las tareas enfocadas como juego y una creciente comprensión y
disposición para rendir (Hetzer, 1965).
Jowett y Sylva (1986) han
mostrado que el entorno de una escuela infantil del primer ciclo que ofrezca
juegos de retos cognitivos proporciona un potencial mayor para el aprendizaje
futuro.
Para otros autores el juego
desarrolla la atención y la memoria, ya que, mientras juega, el niño se
concentra mejor y recuerda más que en un aprendizaje no lúdico. La necesidad de
comunicación, los impulsos emocionales, obligan al niño a concentrarse y
memorizar. El juego es el factor principal que introduce al niño en el mundo de
las ideas. (Cordero, 1985-1986).
El estudio longitudinal de
Osborn y Milbank (1987) llega a la conclusión de que las inversiones en la
educación preescolar y, en consecuencia, en la calidad del juego y de las
oportunidades de aprendizaje dentro de diferentes dotaciones, muy bien podrían
rendir excelentes dividendos en forma de efectos beneficiosos calculables en
los logros educativos de los niños durante los cinco años siguientes y quizá en
un futuro más amplio.
Barbara Kaufman (1994)
considera que las actividades de juego pueden propiciar óptimas oportunidades
para el sano desarrollo cognitivo y socioemocional y presenta varios ejemplos
de casos que ilustran la importancia de integrar el juego en programas de
desarrollo del niño.
En resumen, observamos que
muy diversos autores coinciden en subrayar la función educativa del juego. La
etapa infantil, fundamental en la construcción del individuo, viene en gran
parte definida por la actividad lúdica, de forma que el juego aparece como algo
inherente al niño. Ello nos impulsa a establecer su importancia de cara a su
utilización en el medio escolar. Aunque conviene aclarar que todas las
afirmaciones precedentes no excluyen a otro tipo de aportaciones didácticas y
que el juego no suplanta otras formas de enseñanza.
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